Y allí estabas, en mi fantasía, que aunque en partes, ahora quiero hacerla completa en la realidad.
Eras toda ojos abiertos, dos ojazos que no parpadeaban.
Eras toda ojos abiertos, dos ojazos que no parpadeaban.
Una preciosa escena que hace que recorra electricidad por mi piel. A cuatro patas, con ese plug anal colcado y una colita de zorra unido al plug, saliendo de ese culito musculado y firme.
Con el cuenco de leche en mi mano estabas. Tu, en tu rol, sacabas y metías tu lengua mostrándote sedienta.
- Gatita coqueta...
Te preparé el cuenco de leche con azúcar, porque sé que te gusta. Y mientras me puse a andar, me seguías, mirándome y maullando.
Me detuve en mitad del pasillo y te pusiste a dar vueltas a mi alrededor, maullando impaciente. Casi eran pequeños aullidos salvajes. Esa impaciencia empezó a acuciarse conforme te restregabas por mis piernas. Tu maullido se tornaba triste y prolongado.
Seguí andando. Escuchaba cómo me seguías. El cascabel sonaba al son de tus pasitos, delatándote.
Sentado en un amplio sillón del hotel, con el cuenco en mis manos estabas sin quitarte el ojo de encima. Posaste tus patitas en mis rodillas y me mirabas con los ojos abiertos de par en par. Luego al cuenco, a mí.. y al cuenco...
Metí mi dedo en la leche, y te lo acerqué a tu boca. Lamiste ese índice como quien lame un helado. Ningún hombre puede evitar pensar que ese dedo luego sería otra parte de mi cuerpo.
- Gatita golosa.
- Miau...
Empezaste a relamerte de nuevo, y volvías a maullar tristemente. Vuelvo a empapar mi dedo de leche, esta vez el pulgar. Ahora no lo lames, lo succionas.
Como una gatita bebé, de la teta de su madre.
No hará falta que describa la sensación de sentir una lengua y boca ardiente y húmeda chupando ese pulgar conforme otras partes de mi cuerpo se ponen alerta en cada latido que bombea la sangre a dichas partes. La imaginación para estas cosas es poderosa.
Cierta parte de mi cuerpo se va haciendo poderosa también por culpa de cierta mascota.
Lentamente me levanto y pongo el cuenco en el suelo. Lo sigues. Me miras, y comienzas a beber. Levantas la mirada, me observas, y sigues jugando con esa lengua en la leche.
Vuelves a mirarme. Qué guapa estás.
- Qué coqueta eres, te digo en voz bajita.
- Miauuu... - sonreías ..
Ahora te das cuenta de que en parte llevas el control y comienzas a lamerte las muñecas como si limpiaras las patitas. Te noto poderosa, esos andares, esos movimientos calculados.
Juegas conmigo. Te gusta. Dejo que lo hagas.
Te coloca ahora de perfil, o de espaldas a mí, meneando ese trasero porque sabes que me gusta tu silueta. Yo espero, tengo que controlar la situación porque si no, ya me habría avalanzado sobre ti.
Como juegas sucio, yo también. Sigues de espaldas, sabiendo de sobra que mis ojos están fijos en ese trasero. Lo que no sabes es que, mientras tanto, bajo la cremallera y saco mi carne ardiente despacio.
Cuando te giras, sonriente, ... tus ojos se clavan en mi pene. Esas pupilas rara vez se han dilatado tanto. Tu sonrisa se convierte en mueca de asombro, con la boca abierta por la sorpresa.
Ahora la abrirás por otra razón más poderosa.
No sabes qué hacer. Te quedas quieta. No terminas su leche de cuenco. Paralizada.
De nuevo siento quién tiene la batuta.
- psss.. psss.. ven, ven gatita
Sonríes de nuevo, maúlla... y vuelves hacia mí gateando más deprisa. Tus pechos se mueven al son del "trote". Preciosa escena.
Cuando abro las piernas, estás ahí, mirando hacia arriba. Me miras a mí, y al pedazo de carne. Te relames, me miras, la miras.. con una cara llena de una viciosa complicidad
- Lame.
- Miau!
Y así comienza, un rito tantas veces repetido .. donde sentir una ardiente lengua, mojada de por sí y por el fluido transparente que emana de ese géiser.... lentamente.
Mi mente, lentamente, se evade. Me echo para atrás mirando al techo, apoyo la espalda en el sillón.. y siento.
Sólo siento.
Mi mente sale de mi cuerpo, a alguna parte del puto universo donde deben estar los dioses y los héroes de antaño, o los santos o los demonios.. pero esta sensación no es de este mundo, o quizás sí, pero del más primitivo de todos. Me siento más que nunca un animal... instintivo y ancestral.
Noto ahora mi erección a más. Una presión interior, me hace sentir esas las venas al 200%. Tienes esa increíble capacidad de hacer que el término "duro" se quede corto. Apenas se mueve esa polla conforme lentamente la lames. Casi es piedra. Una brillante y dura piedra.
No digo nada.
Y sucede.
Comienzas a rozarte la colita, y el culito en mis piernas. Te frotas.
Sigo sin hacer nada. Espero el momento.
Entonces pones tus patitas delanteras sobre mis rodillas y te frotas ese coñito en mi pierna. Incómoda, te sienta sobre mi pie, y empiezas a menearte, sobre el empeine.
Y así te coloca, en tu postura favorita posando tus patitas sobre mi muslo-rodilla, tu coño sobre mi pie, y tu lengua lamiendo cuanto te place.
Así estamos los dos durante minutos mientras acaricio tu suave pelo, te coloco bien las orejitas y agarro tu pelo a veces para empujar o tirar al ritmo que yo decido, tu cabeza y controlar la velocidad con la que me la chupas.
Es cuando retiras la boca cuando sé que me vas a pedir algo.
Me miras con carita de pena, y maullas muy lentamente y bajito.
- Qué... ¿es que quieres correrte gatita?
- Miau!
Asientes con la cabeza...
- Adelante
Entonces.. entre con ese sonido... "Rurrrrrrrr"... empieza el espectáculo. Es indescriptible lo que se siente cuando veo a una personita así, entregada y metida en un papel el que te sumerges y te reconoces como una mascota en celo, satisfaciendo esas fantasías y dándome placer en la vista, el oído, en mi piel, cuerpo... y en mi mente.
Y te corres en un salvaje y tembloroso orgasmo. Esos maullidos casi son aullidos conforme percibo la vibración de tu cuerpo. Tu coño lo siento, ardiendo como nunca, en mi pie.
Aún no has terminado de correrte cuando te coloco a cuatro patas en el suelo y te follo por detrás, agarrándote del pelo, y haciendo que mires al techo. Entonces es cuando te "cubro".
Totalmente encima de ti, me acerco como hacen los gatos, y justo antes de derramar mi esencia, te muerdo en el cuello. Eso es algo que hago siempre, me sienta o no "felino", como ya sabes.
Sé que eso te pone loca y terminamos los dos teniendo el orgasmo de forma simultánea.
Termino exhausto, tendido en el suelo, boca arriba.
Tú, agradecida, me lames por doquier, la cara, la boca, los pies, el cuello, y el resto de mi cuerpo.. hasta quedarme dormido.
Al despertar, ahí estás, .. acurrucada y dormida junta a mí. Con tu pequeña patita sobre mi pecho.
Vuelvo a dormir. O a despertar, ya no sé...
No quiero que termine este momento...
No hay comentarios:
Publicar un comentario