En la ventana del hotel. Uno de mis lugares favoritos.
La noche en febrero es una dama que viene pronto. Casi sobre las 18.30 cubre su velo naranja, avisando de la oscuridad que nos envolverá para atenuar la visibilidad de nuestras perversiones.
Adoraremos con nuestro íntimo encuentro a la madre naturaleza que nos ha hecho ser como somos, tras haber luchado en el tiempo por ir desprendiéndonos de ese "eso no se hace", "esto es pecado", "esto puede ser malo o peligroso", "esto es de gente que está mal de la cabeza"...
Sabemos que no nos ve nadie, pero la sensación de lo prohibido, de lo que se puede juzgar,.. resquicios de esa culpa primitiva de hacer algo que no está bien visto.
Se llama MORBO.
Si tuviera que bautizarte, te podría llamar así.
- Ven, morbo.- Mi morbo, mi vicio, mi pecado, mi perversión y mi lujuria. Quiero hacerte de nuevo mía. Una y otra vez mía, mía y mía.
Tienes un nombre con muchos apellidos.
Nos disfrazamos de noche, porque es la noche nuestra cómplice.
Nuestros cuerpos invocan lo salvaje, esa naturaleza primitiva de dominación y de sumisión, aderezada con un dulce amor que traspasa nuestra piel.
Si cuando follamos o hacemos el amor, alguien acercara una vela,... explotaríamos porque cuando estamos juntos somos materia altamente inflamable.
Quiero arder contigo mañana, por mi piel y por mis entrañas.
Quiero que ambos consumamos la ingente cantidad de combustible que hemos ido almacenando en este mes .. desde nuestro último encuentro.
Y cuando lleguemos al clímax.. encenderemos tanto nuestros cuerpos, que un día de éstos, arderán como dos volcanes uno junto al otro.
Derramaré mi lava sobre ti.
Seré río de fuego, y tú la tierra donde yaceré exhausto mientras recupero aliento para volver a empezar de nuevo.
Terremotos en el hotel.
Una pasión sísmica.
Haremos vibrar la ciudad.